el mar estaba quieto aquel día. lo observaba desde lo alto del muelle. se antojaba cálido, calmo, como si por mil segundos o mil años se hubiera detenido a contemplar el sol que calentaba y nutría sin quemar. ese mismo sol que saludaba desde arriba, pero con la humildad de quien se observa a sí mismo feliz, reflejado sobre aquel hermoso espejo de agua y sal. feliz. así como por un instante, tan sólo un instante, me descubrí a mí mismo en medio de todo aquello.
desearía no haber tenido zapatos de cemento
desearía no haber tenido zapatos de cemento
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