sábado, 13 de octubre de 2012

un día cualquiera

5:05am. la gente amaneció sintiéndose parte de algo grande. tras años de entrenamiento, seríamos puestos a prueba. hoy es el día, pensé. es el día para que pase lo que tenga que pasar.

había ansiedad en la cola. los cuellos rompían filas, se asomaban, se estiraban, para ver si aún cuando eran apenas las cinco, algo distinto ocurría adelante. "cuídeme el puesto, voy a ver". "dejé el paraguas, ya vengo". cosas que dice la gente. mientras le guardaba el puesto a la señora delante de mí, me di cuenta de que había dejado el libro que me acompañaría durante la mañana y, aunque mi casa no estaba lejos y sabía con certeza que lo había olvidado junto a la cama, decidí quedarme en mi sitio. aquel 7 de octubre no quise perderme de nada. la expectación era grande y se sentía en la calle.

no diré que la gente salió a votar con alegría y a sentirse parte de la mal llamada fiesta electoral, pues por especial que fuese el día, seguía siendo un domingo en la madrugada. en medio del sueño perdido, bostezos, lagañas y la dejadez de las horas, unos esperaban cambiar algo y otros simplemente que el esfuerzo no les alcanzase a los primeros. en todo momento la gente se miraba y se estudiaba. cada uno analizaba su entorno, sus compañeros de fila y esperaba antes de hablar. nadie llevaba marcas. ¿tú eres chavista o escuálido? se preguntaban con los ojos. todos querían compartir algo de ese momento histórico, pero no enfrascarse en batallas fútiles. claro está que si la situación lo ameritase, se atacarían y defenderían con el verbo y la acción. fue así como se dio inicio oficial a las conversaciones genéricas acerca del clima, la hora y las várices que genera estar mucho tiempo de pie. con precaución esquivaban el tema que los trajo allí: la política.

por enésima vez pasó el camión con el sonido de la diana militar y la voz del candidato. no muy cerca del centro, pero lo suficiente como para dejarse escuchar. el tópico estaba servido. se miraron a la cara y les fue imposible no hablar del tabú autoimpuesto. con increíble maestría se adentraron en el tema como quien se introduce en una bañera de agua helada: muy, muy despacio. al observar la poca presencia de jóvenes en la fila, alguien lanzó una decepción: "los hijos no se dan cuenta hasta que son padres. la mía tiene 25 años y no se quiso venir. dice que vota más tarde". un interlocutor sonrió y contó también su propia anécdota. parecían divertirse. extrañaban poder conversar con un desconocido.

yo por mi parte, y debido a mi aversión a interactuar con gente en las colas, fuera cual fuere su naturaleza (banco, metrobus, etc.), no hice contacto visual con nadie por más de 2 segundos y buscaba entretenerme con cualquier cosa. noté, por ejemplo, que la gente se nos unía a razón de 100 personas cada 15 minutos y que el venezolano no hace colas, sino que se aglomera. calculé que en cada metro cuadrado se juntaban aproximadamente 5 personas por lo que, si mi fórmula era correcta, tenía unas 125 personas por delante. esa cifra ascendería a 250 ó 300 más tarde, cuando llegaron los familiares rezagados que enviaron al cabeza de familia a guardar los puestos. a las 5:55 de la mañana la luz tenue facilitaba la lectura a aquellos que no olvidaron al compañero en la cama, mientras el calor comenzaba a abrasar a fuego lento.

los vendedores de café iban y venían. los vecinos de toda la vida se reencontraban y hablaban a gritos como de balcón a balcón. los paseantes escudriñaban en las colas y saludaban con ese gesto de quijada al encontrar conocidos entre la muchedumbre. épale, ¿qué hubo? todo bien. las guacamayas, ajenas a todo, daban los buenos días a caracas con su canto. se posaban en los tendederos de los edificios cercanos para tostarse al sol. comprendí que la vida estaba tres pisos por encima de todo en aquella cola, que a nivel de piso solo hay presente y que el futuro hay que plantarlo en una urna de cartón.

en este centro siempre empiezan a las 8, dijo una mujer de aspecto nórdico, además acá hay mucho viejito y la cosa tarda más. me habló y la escuché sin atreverme a prestar total atención, las conversaciónes se solapaban, aparecieron los primeros secretos a voces, los yo conozco a un vecino que tiene un amigo.... la fila de gente se despertó alebrestada. el rumor de la ciudad, como metáfora de inseguridad, desempleo y falta de viviendas, hizo necesario elevar las voces. eran las 6:20am y aún no abrían el centro, pues faltaban dos miembros en una de las mesas. llegaron tarde en un guiño a eso que deseábamos acabar: el abuso, la impuntualidad, la caradura. si bien éste es un problema social más que político, como dicen por ahí, da pa' todo.

dentro del liceo nada, pero afuera ya se habían constituido las mesas de los vendedores. al café ahora lo acompañan cachapas, tizanas, tortas, manzanillas, jugos, arepas y hasta avena. si algo tenemos es ese ojo avisor de oportunidades de emprendimiento. una cachapa por 20 mil, 2 por 30. una ganga. proseguí en el estudio de esa fauna que son mis compatriotas. unos iban ataviados como para una boda, otros andaban con la moda de las playas sin la arena. los que no, la mayoría, iban vestidos con atuendos deportivos como ouput para sacar rivalidades. mis leones derrotan a tu navegantes,  tiburones pa' encima, la vinotinto es de todos, comemos tigres, comemos leones, águilas... ¡viva trotamundos! ¡viva mineros de guayana! ¡viva chávez! - epa, no puedes decir eso - yo digo endy chávez. qué gran pelotero.

a las 6:32am abrieron la puerta y comenzamos a pasar pero muy despacito. me encontraba a 25 metros de la puerta y entré a las 8:10am. 180 minutos de cola no son algo del otro mundo, pero adentro me esperaban todavía dos horas más de jugar a la oveja pastoreada. nos hicieron pasar a una cancha deportiva en donde militares con mala cara daban órdenes a civiles, mientras nos formaban en filas desiguales. recordé esas películas del holocausto y reí por lo ridícula de la comparación. el resto fueron cositas de la mala suerte: me tocó compartir con los típicos chistosos que gritan cuando hablan, los que intentan colearse, también los que se quejan para drenarse empañando el ánimo de los demás. todo un compendio de ejemplos de viveza criolla y arquetipos de nuestra ciudadanía. mi mesa, típico, avanzaba mucho más lento que las demás, lo que me permitió apreciar que el patio de espera era un monumento a la toxoplasmosis: un mierdero de gatos y aves. destaco: en esa cancha juegan y hacen deporte tus hijos y los de la comunidad.

una hora más tarde, yo seguía en el mismo sitio cuando la gente afuera exclamaba "queremos votar". sin ánimos de hablar del CNE o de la forma de sufragar, el proceso de votación más moderno del mundo es asquerosamente lento. los miembros y testigos no estaban del todo preparados, fueron descorteses y groseros. la señora que votaba justo antes de mí tuvo problemas con la huella y la solución al hecho tardó más de 10 minutos. cuando por fin nada se interpuso entre la máquina y yo pude votar. 5 horas de espera para ejercer el voto y recorrer la herradura electoral en 9 segundos.

a las 10:32am me dirigía a casa con la esperanza, no, la certeza de que aquella manera de hacer las cosas cambiaría. en un acto de habla decreté que nunca más volvería a sufrir los embates de la venezolanidad administrativa y que como yo, millones de venezolanos nos habíamos hartado de padecer a costa del honor de ostentar este hermoso gentilicio. con una sonrisa y la satisfacción del deber cumplido, volví a casa. lo que vino después ya ustedes lo leyeron y escucharon. algarabías, tristezas, plomo al aire, la crápula y el llanto. una gran cagada.

sea que nos hallemos en la embriaguez de la victoria o en el sopor de la derrota, plantear aquella fecha como un final y no un comienzo es negación ensordecedora que solo podremos acallar si escuchamos con detenimiento, si dejamos de reír y llorar un momento. nos cansamos de hacer la misma cola mil veces en aquel patio inmundo, sí, pero no es tiempo de hacer maletas ni acostarnos a esperar. tan solo una pausa, un respiro para entender que si verdaderamente tratamos con atención, podremos oír el click del engranaje que recién hemos puesto en marcha.