lunes, 25 de julio de 2011

reconocer

aún cuando ya lo había hecho muchas veces, aquella fue la primera ocasión en la que entré. exposiciones automotrices con mi viejo o ir con los primos a disney sobre hielo, no me prepararían para verla desnuda. aquella magnífica estructura, una vieja conocida, cura que sentía por primera vez.

al poliedro de caracas entré siendo apenas un niño. cumplidos los doce, y siendo torpe, inexperto, virgen, lo conocí. aquella media esfera que era un mundo entero, un antro sucio, zurdo, estridente y lúgubre. gobernado por tres adolescentes, estandartes que se erigían, irónicamente, encorvados sobre una tarima, destrozando cualquier atisbo de pudor que pudiera haberse colado a través de los controles de seguridad.

más que cualquier desgarrador riff de guitarra, más que el cabezazo al aire de melenas hiperlargas, aquella palabra prohibida me abofeteó la consciente inocencia. la puta eléctrica abría con pasaje zingg un repertorio de no más de 25 minutos de adrenalina y emancipación. norton, grito y guitarra de la banda, apareció de entre una cortina de greñas rubias y resecas (por la cera de surfista) que cubría su rostro. "pa' la mierda. gracias". fue el panegírico perfecto a la presentación.

zapato 3, el main event, vino a continuación. cuento largo hecho corto: libido a mil. el poliedro fue cápsula voladora y yo, nunca más el mismo.

caracas era algo más que mi casa y mi colegio. había algo encerrado allá afuera. y fui descubriendo que era yo.

y conocí la mosca y los miércoles insólitos. la patineta en plaza las mercedes y su aire bucólico. the flower y mata de coco. la hawaii kai. las mafias del CC(C)T y el celarg. envivo y discovery, la belle époque a reventar. el naturista, el patio y da ponte (ahora sé su nombre). la tasca de juancho, el teatro y el molino. el puto bar y otros antros. y conocí un poco de gente, y conocí un poco de caracas. porque caracas es eso, gente.

y sí, tiene un ávila, un poliedro, tiene torres y el teresa. mercados y unas bibliotecas. pero tiene pulso y tiene vida. de gente que respira y que transpira entre calles y avenidas. gente que se va y gente que se muere como la ciudad. soy un indio en la colonia. reconozco lo que sé y conocí. lo que era o lo que fui. reconozco que es poco y que, de hecho, desconozco esta ciudad como es ahora. caracas, una ciudad que siempre viví a ras de piso y subsuelo, hoy es luz y me enceguece. la urbe joven no se esconde, ya no teme. aquella inmadura, la cultura, hoy se antoja a vieja verde que florece.

hoy entro nuevamente.

miércoles, 6 de julio de 2011

una de campesinos

nunca leyó la silva, pero ama la zona tórrida en la que vive y sueña. esa entre los trópicos que arropan al hombre y, más temprano que tarde, de él se adueñan. y eso es él: tan sólo un hombre. un tipo simple que gusta de arar en campos soñadores donde es curvo el horizonte. entre los rizos de la negra. no lo sospecha, pero cosecha lo que siembra esa sonrisa propia y a la vez ajena. la de ella.

prosigue su faena en sistemático desorden, en caos taciturno, en calma ausente, como buscando un diamante entre el carbón brillante de su pelo. ella bromea: "usté es minero. como negro en italiano". él escarba en la superficie, y se pregunta qué piensa ella, plantación adentro, cuando cierra los ojos y sonríe. la brisa sopla y la tarde sigue.