jueves, 9 de julio de 2015

Arriba las manos, Muguruza


Para el mundo del tenis nació en Caracas pero para Venezuela, con sus contadísimas excepciones, a Garbiñe Muguruza la trajo la cigüeña de parís el 28 de mayo de 2014. Cuenta la leyenda que los niños al nacer vienen con un pan debajo del brazo. Garbiñe llegó con un tesoro, un triunfo a un país ávido de ellos: la hispanovenezolana derrotó a la número 1 del mundo en uno de los torneos más prestigiosos del deporte blanco, el Roland Garros.

Pero no solo venció a Serena Williams. La pupila de Alejo Mancisidor y 35 del ranking mundial de la WTA, destruyó con su drive a la norteamericana sin dejarla encontrar nunca su juego. En la cancha Suzanne Lenglen, la estadounidense fue víctima de cinco rupturas de servicio, algo inaudito, casi increíble.

“¿Y en serio Marviña es venezolana? – Garbiñe - Bueno, ella – Sí. Nació en Caracas”.

Y con la velocidad de un primer servicio a la “T”, la representante española en el torneo se transformó en nuestra Garbiñe, la caraqueña, la venezolana, el orgullo nacional, la chama que come arepas en la candelaria mientras baila joropo y teje una hamaca. La vinotinto, ¿sabes? Bueno, acaba de ganarle a la número uno del mundo.

¡Todos somos Gabriela! – GarbiñeBueno, ella.

Y escucha uno cosas como "lo de esta muchacha es un hito, pues nunca antes un tenista venezolano venció al número 1 del ranking. Ni siquiera a un top ten", ignorando que en 1996, cuando Muguruza recién agarraba su primera raqueta, Nicolás Pereira derrotó al mejor de la ATP, el austríaco Thomas Muster en el abierto de la Serie Masters de Key Biscayne. No solo eso, entre sus víctimas se encuentran Stefan Edberg (tercero del mundo en 1989) y la leyenda Boris Becker (quinto del ranking en 1996).

Pero lo pasado se pisa y se olvida. ¿Para qué es necesario saber, no mucho, algo acerca del tenis nacional? ¿para que saber quién es Nicolás Pereira, por ejemplo, si podemos asistir al nacimiento instantáneo de una nueva estrella nacional? Para quien escribe, y a riesgo de encender las alarmas nacionalistas, es preferible apostarle a Sharapova o Dementieva que montarse en la guagua de "nuestra" Muguruza sin pagar. Puede verlo como pastelerismo, pero es una cuestión de respeto. “Pero ella nació acá y sus hermanos y su viejo viven en Caracas…” ¿y qué? Nicolás Pereira, el más grande representante del tenis nacional es uruguayo de nacimiento. De Salto, para ser exactos. Pero no veo a nadie más citando ese dato innecesario.

Garbiñe Muguruza nació en Caracas, Venezuela el 8 de octubre de 1993 y de allí se marchó junto a su madre, con apenas 6 años, a Barcelona en 1999. De la mano del guipuzcoano Alejo Mancisidor, se hizo tenista mientras Venezuela se hizo… digamos que cambió de manera dramática. Si bien la jugadora admite venir con relativa frecuencia de vacaciones al país, nunca lo hace con miras a entrenar en nuestras modernas instalaciones de última generación. Esa que llaman generación de oro.

Está además el tema político. Todo lo nuestro no es nuestro, sino de “ellos” o “nosotros”, pero nunca de todos. Y salen afectos al gobierno a clamar por esta joven, digna representante de la revolución bolivariana. Tampoco falta quien recuerda que la chica se fue con la llegada de Hugo Chávez al poder. Y entonces, Garbiñe pasa a segundo y tercer plano. Peleamos por ella como por un barril de petróleo, una cosa cuya importancia reside no en su valor intrínseco, sino en el rédito que podemos obtener de su explotación.

Todos sabemos que el cacao es originario de América pero no por ello llamamos americano al chocolate suizo. De manera similar, Muguruza nació en Venezuela, fue exportada y afuera se refinó en lo que hoy es: una tenista de clase mundial. De allá, no de acá. Parece un ejemplo bastante ridículo pero se ajusta bien a la ridícula situación.

Ahora bien, cuando digo que la chica no es de acá sino de allá, no se trata de xenofobia, como me han apuntado anteriormente al hablar sobre el tema. Legalmente, ella es tan venezolana como española. No se trata de odio hacia lo extranjero, nada más alejado de ello. Se trata, en cambio, de una aversión por ciertas mañas locales, propias de esa viveza criolla que tanto mal nos ha hecho. Nos convertimos en un gentilicio oportunista y malandro cuando espetamos el "¡quieta! dame tus logros y todo lo que tengas. Ahora son tuyos y míos. Y no me veas la cara, que te quiebro”.

Un caso que me viene a la mente es el del futbolista Jeffren Suárez. En 2006, tras proclamarse campeón mundial sub 19 con España, junto a Juan Mata y Gerard Piqué, Venezuela entera, en un solo grito, reclamó infructuosamente a “nuestro” Jeffrén, a nuestro campeón para la Vinotinto. El de Cuidad Bolívar declinó la invitación a convertirse en uno de los lanceros de Páez y hoy muy poca gente lo recuerda o si quiera tiene ganas de verlo vestir nuestros colores. Aún cuando en 2013 se mostró interesado en vestirse con el tricolor y las ocho estrellas nacionales, el asunto de su “venezolanidad” por nacimiento ya no interesa.

Casos como el de Massimo Margiotta, en la época de Páez, o Amorebieta y los Feltscher en la era Farías, son claro testimonio de que la vuelta a la patria es algo posible y positivo. Eso sí, siempre y cuando se le ofrezca al deportista una oportunidad para crecer. En el caso del fútbol, si bien no se ofrecen instalaciones decentes ni amistosos con países de alto vuelo, al jugador se le ofrece la oportunidad de jugar internacionalmente, contra países sudamericanos de juego vistoso además de, y ni falta hace decirlo, poder enfrentar a los campeones mundiales de Argentina y Brasil. Se les da una oportunidad, por muy remota que sea, de asistir a una copa del mundo como titulares y posibles héroes nacionales.

Volviendo a Garbiñe, por un lado está la Federación Española de tenis que le ofrece incentivos, instalaciones, entrenamiento, fogueo a nivel internacional, un plan de entrenamiento y, lo que no es poca cosa, calidad de vida. Por el otro, el Ministerio del Poder Popular para el Deporte que, si bien desde hace algún tiempo hace las diligencias pertinentes para atraerla, solo ofrece dinero a una jugadora que, en lo que va de año, acumula ganancias por más de $380.000. Entonces, ¿qué ofrecemos realmente, aparte de nada?

Repatriar a Muguruza, a diferencia de lo que creen muchos, no se trata de ofrecerle un hogar que no tenemos. Es, sin eufemismos patrioteros de por medio, darle dinero (que no necesita) para que siga entrenando afuera como siempre lo ha hecho y nos pague una visita en la Copa Federación.

Y así, mientras la española de origen venezolano se abre paso en tercera y avanza a cuarta ronda del Grand Slam, medios locales se cubren las espaldas dependiendo del resultado: CARA A: “tras un reñido match, la venezolana se alzó con la victoria”. CARA B: “tras un reñido match, la española no pudo con su rival”. Y ponemos a Muguruza en una situación de la cual ni siquiera es consciente: la de jugarse la nacionalidad venezolana contra la francesa Parmentier. De perder, esta tierra probablemente no la mencionaría más.

Gente que nada tiene que ver con la decisión (me incluyo), debate entre el país que debería escoger la tenista. “Pero en momentos tan difíciles, ¿Cómo le pides a la gente que no se aferre a algo parecido a una buena noticia? Quizás sirva para inyectarle competitividad a la disciplina”. Incapaces de construir nuestras propias “buenas nuevas”, somos el compañero de estudios que aparece cuando todo el trabajo está hecho para recibir la misma estupenda calificación que el resto.

Deseo aclarar (y para que el lector no se sienta atacado) que no me refiero tanto al público venezolano como a los medios de comunicación e instituciones públicas y privadas, pues es innegable que al venezolano de a pie le hacen falta todas las alegrías que la vida pueda regalarle. Si Garbiñe Muguruza era, hasta hoy, una total desconocida para el venezolano, es precisamente porque aquellos con el poder de darle cierta exposición nunca lo hicieron. Nunca se tomaron el tiempo de hacerle seguimiento, transmitir o informar que al otro lado del charco existía una caraqueña con potencial de alegrar a esta región del Caribe.

Realmente durante estos años pasados, es poco o nada lo que pudo haber hecho el común de la gente para atraer a una compatriota foránea, es más, el verdadero lobby se está haciendo desde las redes sociales con las expresiones de cariño que desde su computadora o teléfono le hace cada quien. Pero se nos ha enseñado (y hemos decidido aprender) la solución fácil, la de apostarle al ganador justo después de cruzar la meta.

No comulgo con el secuestro de éxitos, con el robo de méritos ni con la nacionalización inmediata y forzada de ese barril de buen tenis que tan alto se cotiza por estos días. Cuando llegue el momento, si decide hacerse "nuestra" y compartir su éxito sea bienvenida ella y agradecidos nosotros. Si se decanta por España, que lo de Garbiñe no se pierda, que no la olvidemos a ella como tenista, ni a nosotros como sus compatriotas. 

Publicado anteriormente en Letrasdeporte (6/4/2014)