martes, 8 de marzo de 2011

la hoja blanca no es tal

me pasa. quiero escribir a juro. sentarme frente al monitor y que en 20 minutos salgan letras con sentido, hilarantes, enternecedoras, exitantes y conmovedoras. trascendentes, pues. eso está jodido.

esta mañana me ocurrió, tal como lo habia previsto el horóscoco del mes (y del anterior), un suceso curioso con niño pequeño y quiero plasmarlo a como dé lugar en unas líneas escritas. creo que para comenzar, debo levantar un perfil psicológico interesante y exótico al carajito. hacer de él un pequeño bribón índigo, un criminal en potencia o futuro gerente de mototaxis. pero sucumbo al cuestionarme qué culpa tiene el futuro del nene y qué interés me podría generar. cambio de tema. me desvelé pensando en si es o no la inmortalidad lo que hace que el gangrejo camine de lado. digo, esa responsabilidad habrá de pesar para corromperle el tumbao al animal. pierdo interés en el tema antes de siquiera prender la máquina. evidentemente la incapacidad de morir es una carga que se lleva con sacrificio.

y caigo en cuenta. lo que me falta es espontaneidad, independencia tecnológica, escribir donde sea que mi taciturna musa lo requiera. un lápiz medianamente afilado serviría para que la prosa galope sobre un papelito cualquiera. luego transcribo tal genialidad, la paso en limpio y listo. maravilloso texto que me dará notoriedad.

y así se han comenzado a escribir las grandes obras literarias y filosóficas de la humanidad. ¿no? al menos un stand up monologue debió concebirse de tal manera.

pero no. al final, nada.

las letras se agolpan para formar frases superfluas y anodinas como esta. slogans publicitarios, casi. ¿acaso me falta un vicio como esos que atormentan a los grandes autores? en ese caso necesito tormenta y lluvia recia. razia sentimental que desagüe toda la mugre através del lapicero atrofiado. lastimosamente (mucha lástima), no comulgo con la idea de desgraciarme la vida para poder escribir sobre ella. la realidad supera a la ficción, y entre ellas, un limbo las ahoga a ambas.

el diagnóstico es claro, y si tú lo hiciste, yo llegué antes a él: soy un idiota funcional (porque para algo sirvo. estoy casi seguro). siempre en la búsqueda incansable del próximo paradigma que ilumine el pensamiento de la humanidad, sin siquiera haber descifrado el regente. voy un paso adelante, sin zapatos. tengo la brújula, y yo en el polo norte.

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