tenía la intención de arrancar el retrovisor, pero no lo hizo por si se veía en alguna necesidad: la de dar marcha atrás. tenía pensado dejar suelto su cinturón y lo abrochó.
todo por temor a salir despedido espontáneamente de su asiento.
tenía estimado desplazarse a velocidad crucero pero, en silencio, llevaba el pie en el freno por temor a volcar. tenía pensado aventurarse a alcanzar.
descubrir nuevos caminos, destinos, lugares y sabores. pero se quedó para no contraer alguna enfermedad exótica.
tenía ambiciones que lo empujaban a salir, pero también miedos que lo empotraban a su silla. tenía sueños de volar. tenía aprecio por su vida y se fue a acostar.
se aferró a lo seguro y al miedo que tenía. a resguardo en su fortaleza de soledad, nada malo lo podría alcanzar.
y no era feliz. pero al menos estaba a salvo, pensó, mientras tenía la certeza de ver ponerse otra vez al sol, como ya mil veces pasó.
también tenía una tenia. la ingirió al comer la carne de siempre en el lugar de costumbre.
nunca supo qué lo mató.
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