méxico. sus pirámides, su gastronomía, sus bellezas naturales, sus bellezas operadas, su calidez climática y popular, millones de habitantes que pueblan su hermosa y milenaria cultura. méxico. debería ser un sitio que despertase en mí, bonitos sentimientos con tan sólo escuchar el topónimo. pero es así.
me dicen méxico y siento escozor. cierta aversión. me dicen méxico y los ojos ruedan hacia arriba. me dicen méxico y mi mal humor responde "chévere". no es de xenofobia, racismo o alguna de esas enfermedades terminales que asesinan el carácter y el espíritu humano. se trata de un elemento, una característica que, por hermosa, se regodea en la crapulencia más vil y se macera en sus propios jugos: el sentido de pertenencia y orgullo nacionalista.
y sé que, en sí, tal característica no es mala y que de hecho podría considerarse como un saludable atributo de la idiosincrasia nacional. ahora bien, cuando abusamos de ella o la mezclamos con otras cositas sabrosas para el ego, al igual que como ocurre con el alcohol, la gente se embriaga, se pone fea y se vuelve mierda. el catalizador: la total falta de autocrítica. de quién? de todos? no, de todos no. no sé. yo escribo, por ejemplo, de esos embajadores que con un micrófono en la mano llevan el nombre del país azteca más allá de sus propias fronteras: los narradores y comentaristas deportivos.
no hay logro ajeno que se resista. todo sucumbe ante a queja propia. no perdimos, nos robaron el partido. el rival no fue mejor, tuvimos desatenciones y el arbitro fue una vergüenza. la pelea tuvo 13 asaltos: doce rounds y uno a mano armada por parte de los jueces contra el mexicano. y así nos vam... se van por la vereda, tumbando pirámides y escupiendo enchiladas. lo construído por la beldad de sus mujeres o los extraordinarios ritmos de café tacuba, ya no existe. el simpático acento manito y la genialidad de sus humoristas, nada tienen que hacer mientras son arrojados al tacho de la basura, como dirían más arribita de centroamérica. sin importar lo que diga drexler al respecto, todo se pierde.
claro que soy consciente de que venezuela es igualita, sino peor. nuestra pirámide es una sola, es horrenda y está en medio de una autopista. nuestra suculenta gastronomía se adereza con salsa rosada y el exquisito ron, con frescopeisi. las mujeres nacidas bajo este gentilicio son criminalmente hermosas y además simpáticas pero, así como sus hombres emprendedores y echaos pa'lante, no se lo terminan de creer. sé que somos tan cálidos que chamuscamos hasta los cimientos, que somos menos pero nos amontonamos más y que tras toda una vida haciendo colas, aún ignoramos como hacer una fila correctamente. no me atreví a criticar sin antes echarme un ojo. eso me levanta un tanto el ánimo.
me dicen méxico y siento escozor. cierta aversión. me dicen méxico y los ojos ruedan hacia arriba. me dicen méxico y mi mal humor responde "chévere". no es de xenofobia, racismo o alguna de esas enfermedades terminales que asesinan el carácter y el espíritu humano. se trata de un elemento, una característica que, por hermosa, se regodea en la crapulencia más vil y se macera en sus propios jugos: el sentido de pertenencia y orgullo nacionalista.
y sé que, en sí, tal característica no es mala y que de hecho podría considerarse como un saludable atributo de la idiosincrasia nacional. ahora bien, cuando abusamos de ella o la mezclamos con otras cositas sabrosas para el ego, al igual que como ocurre con el alcohol, la gente se embriaga, se pone fea y se vuelve mierda. el catalizador: la total falta de autocrítica. de quién? de todos? no, de todos no. no sé. yo escribo, por ejemplo, de esos embajadores que con un micrófono en la mano llevan el nombre del país azteca más allá de sus propias fronteras: los narradores y comentaristas deportivos.
no hay logro ajeno que se resista. todo sucumbe ante a queja propia. no perdimos, nos robaron el partido. el rival no fue mejor, tuvimos desatenciones y el arbitro fue una vergüenza. la pelea tuvo 13 asaltos: doce rounds y uno a mano armada por parte de los jueces contra el mexicano. y así nos vam... se van por la vereda, tumbando pirámides y escupiendo enchiladas. lo construído por la beldad de sus mujeres o los extraordinarios ritmos de café tacuba, ya no existe. el simpático acento manito y la genialidad de sus humoristas, nada tienen que hacer mientras son arrojados al tacho de la basura, como dirían más arribita de centroamérica. sin importar lo que diga drexler al respecto, todo se pierde.
claro que soy consciente de que venezuela es igualita, sino peor. nuestra pirámide es una sola, es horrenda y está en medio de una autopista. nuestra suculenta gastronomía se adereza con salsa rosada y el exquisito ron, con frescopeisi. las mujeres nacidas bajo este gentilicio son criminalmente hermosas y además simpáticas pero, así como sus hombres emprendedores y echaos pa'lante, no se lo terminan de creer. sé que somos tan cálidos que chamuscamos hasta los cimientos, que somos menos pero nos amontonamos más y que tras toda una vida haciendo colas, aún ignoramos como hacer una fila correctamente. no me atreví a criticar sin antes echarme un ojo. eso me levanta un tanto el ánimo.
...con esto siento que te amo tanto pero tanto...
ResponderEliminar