crónica de una muerte anunciada
gabriel. garcía.márquez.
nadie se preguntó siquiera si santiago nasar estaba prevenido, porque a todos les pareció imposible que no lo estuviera.
esperaban ver acá algún libro de paulo coehlo, la saga twilight o la antología de mejores artículos de vanidades. a ver. no se trata de que me de pena haber leído este libro o que sea malo. tampoco se trata de un libro que nadie conoce o comprende (por el contrario, su título abrió para siempre las puertas del lugarcomunismo más salvaje y atroz que el hombre haya conocido), no. se trata de mi vergüenza personal.
hola, soy miguel y esta es mi historia.
decidí abrir este libro y conforme avanzaba en su lectura emergió dentro de mí un malandro de 123 kilos de peso, que calza unas puntoblanco, con un casco de motorizado encajado en el antebrazo derecho. un jean y una camisa adibas, ajustada y de manga corta, que deja ver las letras "bloke 5" tatuadas en el biceps siniestro, visten al moreno. un bigote fino y la barba rala matizan los simiescos rasgos de su rostro. ese homo habilis que le grita a la pantalla del cine, ese mismo que, con el reverso de la mano, golpea el hombro desconocido de la butaca contigua y dice sin mirar: "iirga!!". eso mismo, pero con un libro. "no te metas por ahí que te me van a matar!", pensaba y a veces dije zarandeando el folletín.
resulta que cuando la gente me habla del nivel de descripción de el gabo (cómo odio la familiaridad con que la gente lo trata sin haberse sentado nunca en la poceta del nobel), su magistral uso de los recursos narrativos y toda esa gama de artilugios retóricos que hacen que un señor llamado gabriel se convierta en el paladín de la gente, yo me quedo en la desesperanza de un pueblo sordo a las palabras que escucha.
en dos platos: la desesperación transmuta en indignación para luego morir en resignación. y eso para mí es este relato. el placer del por eso estamos como estamos, la dicha mezquina del te lo dije, aún cuando yo mismo, con la excusa de no pertenecer a la historia, hice nada por evitar la muerte de santiago nasar. "qué gente tan miserable la de ese pueblo", digo al cerrar cada vez el libro, mientras sonrío.
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